La maquinaria del fango y la necesaria regeneración democrática en España - por Erasmo Quintana
La maquinaria del fango y la necesaria regeneración democrática en España
Erasmo Quintana
Pintor y escritor, socialista, exmilitante del PSC-PSOE y de UGT *
El estratégico tiempo que se tomó Pedro Sánchez de cinco días para reflexionar sobre su situación en el Gobierno, ha sido visto e interpretado de muy distinta manera dependiendo de las filias y las fobias que, como personaje de la política despierta. El presidente se tomó ese tiempo de reflexión más que harto del clima irrespirable que se da en el país, donde toda violencia verbal tiene su asiento y el uso cada vez más frecuente de los bulos, que son desinformación, lo que desvía el centro de atención que debe ser la situación precaria de las clases más desfavorecidas. En su lugar prevalece el insulto personal lleno de bulos que alcanzan a los familiares más próximos, por los rivales. Así que el interrogante planteado por Sánchez, aquel “¿de verdad merece la pena aguantar esta situación?” Ello se interpretó que lo único que perseguía era dimitir de presidente, y que el gesto era su forma de hacerlo.
Dicho acto fue causa que Feijóo se frotara las manos adivinando que, por fin, le llegaba su momento de convertirse en presidente del Gobierno, al que tenía y tiene todo el derecho porque su partido fue el más votado. Por lo que recién ha manifestado, el PP se tira al monte ocupando las calles (aquí lo de “la calle es mía” del ministro de Franco, Manuel Fraga), que serán suyas en protesta contra el PSOE, según la peregrina opinión, un derecho que tienen legalmente. En román paladino, usurpan y niegan la legalidad de un Gobierno, la voluntad y la soberanía popular.
Podemos comprender lo decepcionante que fue para Feijóo enterarse que Sánchez pronunciara su “No dimito, quiero seguir como presidente, si cabe, con mayor fuerza”. Lo suyo posterior estuvo plagado de rancias y peregrinas interpretaciones con las que trasladaba la inquina de alguien que ya se veía cumpliendo su mayor sueño, nuevamente frustrado por lo incontrovertible de la realidad: ser el más votado, pero no elegido por el Congreso, que es quien pone y quita presidentes. La bárbara excentricidad que un juez admitiera a trámite la demanda de la condenada Manos Limpias contra Begoña Gómez, basada en recortes de prensa (sin consistencia probatoria) fue la gota que colmó el vaso. Sánchez lleva tiempo aguantando insultos de gentuza de taberna, incluso de quien menos se espera, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, la que desde su asiento de invitados del Congreso llamó “Hijo de p…” al presidente Sánchez, porque éste mencionó lo que hizo su compañero aceptando lo imputado, y multado por Hacienda.
El tiempo tomado por el presidente y el crisol de interpretaciones, lo daremos por bueno si ello sirve de catarsis y volvemos mutatis mutandis a los primeros tiempos de la democracia en que se veía la caballerosidad de los diputados, así como la altura de aquellos debates, atacándose con dureza, pero sin descender al insulto personal como se hace ahora. Por ello, es necesaria y urgente una regeneración democrática a todos los niveles, pero, sobre todo, en la Justicia. La democracia se sostiene en tres patas: el poder Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, según Montesquieu. Si uno de ellos (el Judicial) puede invadir competencias de los otros dos poderes, no hay Estado de Derecho. A esta anomalía se añade otra: el secuestro por el PP del Consejo General del Poder Judicial, máximo órgano de la Justicia va ya más de cinco años en la ilegalidad, bloqueo y secuestro inadmisible y una vergüenza para una España que dicen ser una democracia plena.
¿Nos podríamos preguntar qué sucedería si fuese el PSOE quien tiene taponado y secuestrado el máximo órgano de la Justicia, el CGPJ, porque le conviniera a sus muchas causas judiciales pendientes? Mi respuesta es que ello sería por completo inadmisible; una, porque el Partido Popular armaría la de Dios es Cristo por tierra, mar y aire, y porque la gran mayoría de los jueces son del ala conservadora. Aquí lo primordial es que cada cual esté en su sitio sin invadir competencias que no les corresponden. Por ese abandono y desidia de los políticos (que una vez llegan a los cargos públicos, todos, sin distinción, desean jubilarse en ellos), cargos que ocupan para no resolver nada, pues inauguran y se agota una legislatura viviendo del cuento maniqueo.
Con las debidas excepciones que es de rigor señalar, el político no es buen ejemplo para nadie: Éste dice presentarse a los cargos porque ama a la ciudad en la que vive, pero la posterior realidad se encarga de desmentirlo con una crudeza palmaria. Así que, mayor sinceridad y transparencia: hay que ganarse bien el suculento sueldo que cobran, trabajando y dando lo mejor de sí con la máxima limpieza: el trabajador por cuenta ajena, haciendo su trabajo; el juez, impartiendo justicia, y el político consagrando su quehacer diario con total honestidad. Y lo más primordial: allí los pone el pueblo con su voto para que solucionen los problemas (no para crearlos), engrandeciendo la ciudad, y no taponando las iniciativas que hagan la urbe que gobiernan mucho más bella e importante.
* Gracias a Erasmo Quintana